CADA COSA TIENE SU PRECIO
Cada cosa tiene su precio, cuando decimos eso, pretendemos responder y sobre todo explicar, a quienes en alguna ocasión, (no muchas, ciertamente), han dejado algún comentario en las Redes Sociales gastronómicas con tono de queja.
En la hostelería en general y en nuestro ámbito geográfico del Paseo Marítimo de Altea en particular, se puede encontrar uno con el más variado abanico de establecimientos hoteleros para comer, no sólo en el tipo de comida, sino en el precio, origen, nacionalidad, estilo o preferencia.
Hay terrazas en las que se puede matar el hambre, sentado en una silla de plástico patrocinio de una marca de cerveza, sin un triste mantel sobre la mesa, ni si quiera de papel y con unos vasos con publicidad de una marca de refrescos, en el que ofrecen paellas precocinadas y ultracongeladas y que te lo sirve un camarero en camiseta de tirantes y pantalón corto.
De postre una carta de helados industriales, también patrocinada, que se repite en la mayoría de establecimientos de este tipo, y cuya aportación se reduce a sacarlo de la nevera y llevarlo a la mesa.
Hay otra posibilidad, semánticamente parecida, pero gastronómicamente opuesta y que es aquella por la que apostamos nosotros en Restaurante Juan Abril.
Esto es, darle a nuestro cliente un mobiliario confortable, una mantelería, cubertería, cristalería y vajilla de calidad, camareros dignamente uniformados que te ofrecen una amplísima carta general con variedad de arroces hechos al momento, con la opción de hacerlo meloso, caldoso o seco, y por supuesto, con el grano de arroz en su punto, una amplia lista de referencias también de vinos y una carta de postres caseros hechos a diario.
Sin pretender desprestigiar ni criticar a nadie, permítannos al menos justificarnos con esta caricatura gráfica pero muy real, e intentar explicar aquí, porqué Cada cosa tiene su precio y porqué la diferencia entre el ruido y la música, puede ser sutil.