RELATOS
“… Otra tarde más finalizo la jornada de trabajo. En estos días ya más lentos, me dispongo a dejarme llevar por la hechizante puesta de sol de tonos rosados.
Bajo rápidamente las escaleras, ansioso de verme envuelto de los tonos pasteles que generan los últimos rayos de sol de la tarde, y de ver como si de la primera vez se tratase, el mar plateado, hoy en calma. La brisa del Paseo Marítimo choca en mi cara y respiro profundamente. ¿Existirá un aire más puro que el de Altea?
La paz me atrapa dejando atrás otro día más de duro trabajo. A cada paso noto como todos los músculos de mi cuerpo se van relajando a medida que se activan los cinco sentidos para absorber el regalo de mi camino diario por el Paseo en su plenitud.
Olor a mar. Sigo caminado mientras una ligera euforia se apodera de mi, me siento afortunado de vivir en Altea.
Llego a la altura del Restaurante Juan Abril y mi mirada se desvía hacia la ventana de su Vino Bar.
Un pequeño grupo de amigos ríe animadamente en torno a una mesa alta.
En ese momento recuerdo que hace bastante que no paso por allí… e inmediatamente decido revivir uno de tantos buenos momentos que he pasado, hoy es un buen día.
¿Y por qué? Pues por que hoy es hoy y por que las rutinas están para romperlas.
Abro la puerta e inmediatamente una sonrisa se dibuja en mi cara. El olor a maderas nobles y almizcle flotan en el aire, me encanta su ambiente acogedor, aún más en otoño.
No soy el único que ha tenido la buena idea de hacer un alto en el camino, dos parejas y dos grupos de amigos charlan animadamente. Y efectivamente me recuerda que estos momentos son para compartirlos. Llamo a mi mujer y la invito a acercarse, no se lo piensa ni un instante. Justo en el momento en el que estaban sirviendo dos vinos tintos en sus grandes copas de globo, aparece precipitadamente por la puerta, sin lugar a dudas también le ha parecido una estupenda idea.
Pedimos unas mini hamburguesas de deliciosa carne y cebolla caramelizada. Se nos fundieron en la boca, literal.
Cada vez más animados decidimos tomarnos un segundo vino, y justo en ese preciso instante apareció Juan Abril sonriente portando una botella en la mano. Hacía tiempo que no nos veíamos, así que aprovechamos para ponernos un poco al día. En un momento dado desapareció, quería sorprendernos con algo, no cabía duda.
Con ayuda de otro camarero comenzaron a montar una pequeña mesa con varios ingredientes, y materias primas, estábamos encantados con tanto misterio. Comenzó la elaboración frente a nosotros.
En pocos minutos nos encontramos con un fantástico steak tartar ante nosotros, e hizo que me arrepintiese inmediatamente el haber dejado pasar tanto tiempo.
Fue un lujo el buen rato que pasamos allí, nos recordó lo efímera que es la vida y que hay que disfrutar cada día.
Reflexión: No dejes que la rutina te engulla”
Hay más frases inspiradoras en las paredes del Vino-Bar de Juan Abril, ¿las conoces?