Existen ciertas rutinas que forman parte de la esencia de nuestro restaurante, sin ellas la historia sería seguro diferente.

Por las mañanas hay dos citas ineludibles. La primera es recorrer los puestos de nuestro mercado, en busca del mejor producto de nuestra tierra. Pero hoy me gustaría centrarnos en las visitas a La Lonja.

Y es quizá en esta estación cuando más se disfruta, todo es más lento, quizá el ritmo de lo que nos rodea tiende a desacelerar. Altea está decididamente más tranquila que nunca.

Estos cambios de velocidad, a nosotros nos permiten disfrutar más de los mejores momentos de nuestra vocación, que sin lugar a dudas uno de ellos son los paseos por La Lonja. Por las mañanas temprano, pasear hacia la Lonja, con el aire frío en la cara, y el denso olor a mar es todo un placer.

Tanto si se va a comprar como si no, es un paseo más que recomendable, buena gente, buen producto y un mar infinito.

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