Seguro que en algún momento viste o leíste “Como agua para chocolate” donde los sentimientos se trasladan casi de manera mágica a través de la comida, y donde su protagonista plasma de un modo transgresor los suyos propios en los platos que elabora…

Se pueden comunicar sentimientos a través de la cocina.

Esa vía de comunicación no verbal nos traslada y habla de la calidad de un producto, del cariño con el que ha sido tratado, de la pasión de su cocinero cuidando cada detalle, trasladándola al comensal para que pueda escuchar toda su historia.

Se pueden despertar los sentidos a través de la cocina.

Sí, los cinco, incluso podríamos inventarnos alguno nuevo. Esos sentidos que a veces tenemos aletargados, se pueden despertar a través de una cocina con emoción.

Las sensaciones comienzan desde el momento que se acude al restaurante.

Vista:
En Restaurante Juan Abril disfrutaremos de nuestra inigualable ubicación, con el mar a tus pies y con el sol como fiel aliado.
O de la presentación de cada plato. Dicen que la comida entra por los ojos, pero eso no es más que el principio…

Olfato:
Un auténtico avivador de este sentido es nuestro plato de Arroz meloso con rape y cigalas. El aroma de la frescura y del mar penetran en nuestro olfato incluso antes de llegar a la mesa.

Gusto:
Los sabores te quedarán grabados en la memoria. Son sabores a mar, a tradición y calidad.

Tacto:
En boca, las texturas son cada vez más apreciadas y cuidadas.

Oído:
El oído inevitablemente te lo regalarán la paz del entorno y la compañía con la que compartes mesa.

 

Y en honor a la historia inspiradora de este post, nos gustaría dejaros LA RECETA DE LA PASIÓN, Codornices en pétalos de rosa. “Como agua para chocolate”.

Ingredientes:

  • 12 rosas, (rojas, si es posible)
  • 12 castañas
  • 2 cucharadas de mantequilla
  • 2 cucharadas de fécula de maíz
  • 2 gotas de esencia de rosas
  • 2 cucharadas de anís
  • 2 cucharadas de miel
  • 2 ajos
  • 6 cordonices
  • 1 pithaya (fruta tropical)

 

Elaboración:

Una vez desplumadas y vaciadas las codornices, se les recogen y atan las patas, para que conserven una posición graciosa mientras se ponen a dorar en la mantequilla, espolvoreadas con pimienta y sal al gusto.

Es importante que se desplume a las codornices en seco, pues el sumergirlas en agua hirviendo altera el sabor de la carne. Este es uno de los innumerables secretos de la cocina que sólo se adquieren con la práctica. […]

Ya que se tienen los pétalos deshojados, se muelen en el mocajete junto con el anís. Por separado, las castañas se ponen a dorar en el comal, se descascaran y se cuecen en agua. Después, se hacen puré. Los ajos se pican finamente y se doran en la mantequilla; cuando están acitronados, se le agregan el puré de castañas, la miel, la pithaya molida, los pétalos de rosa y sal al gusto. Para que espese un poco la salsa, se le pueden añadir dos cucharaditas de fécula de maíz. Por último, se pasa por un tamiz y se le agregan sólo dos gotas de esencia de rosas, no más, pues se corre el peligro de que quede muy olorosa y pasada de sabor. En cuanto está sazonada se retira del fuego. Las codornices sólo se sumergen durante diez minutos en esta salsa para que se impregnen de sabor y se sacan.»

 

Fuente: del libro de L. Esquivel, Como agua para chocolate.

 

 

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